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Compiladora: Susana Alcira Llahí
Edición: Armida María Córdoba¿Cómo reconstruir el vínculo de una historia de dos objetos teatro/niños si uno de los elementos de la relación era ignorada? ¿Cómo se la escribe? Es muy buena la hipótesis del comienzo ligado al Lavardén. Y es maravillosa la reconstrucción minuciosa, obsesiva, en ocasiones, tangencial que realizan en este libro. Los modos en lo que se rodea esa recuperación son inefables.
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Una historia que se las trae con múltiples problemas, algunos bien visibles otros menos evidentes.
Proponer una historia del teatro para niños, en la que el término “teatro” tiene una tradición que excede largamente en extensión temporal a la de “niños” (para llegar a infancias, todavía falta un ratito) ya implica un primer problema.
¿Cómo podía haber algo que estuviera destinado a un inexistente en la categoría social? ¿Cómo podía registrarse su presencia real si era invisible en términos conceptuales?
Si aceptamos que la literatura infantil nace a mediados de siglo XIX nadie podría sorprenderse de que la aparición del teatro llegue un poco retrasada. Sin embargo, los niños existentes en la vida social (antes de que hubiera propuestas que les estuvieran destinadas) participaban como intérpretes tanto como espectadores. ¿En qué medida? ¿Con qué registro? En este libro aparece esa cuestión en una búsqueda prolija y cuidadosa, tirando el hilo de los detalles, de las menciones al pasar.
¿Cómo reconstruir el vínculo de una historia de dos objetos teatro/niños si uno de los elementos de la relación era ignorada? ¿Cómo se la escribe? Es muy buena la hipótesis del comienzo ligado al Lavardén. Y es maravillosa la reconstrucción minuciosa, obsesiva, en ocasiones, tangencial que realizan en este libro. Los modos en lo que se rodea esa recuperación son inefables.